martes, 13 de diciembre de 2011

Olor a melancolía

El recuerdo de mi abuelita paterna fue lo que me inspiró a escribir la obra para el radio teatro del sábado:

La protagonista de la obra  padecía del mal de alzheimer y vivía en un hogar de ancianos, recordando siempre a su esposo (fallecido) y esperando que regresara y entrara por la puerta de su casa. 
Aunque no se trataba de la vida de mi abuelita, sí habían algunos elementos similares, como ese continuo volver a los recuerdos como parte de nuestra rutina de conversaciones a la sombra del limonero de su patio hermoso que nunca más volvió a ser el mismo cuando ella falleció.

El recuerdo de mi abuelita, me ha traído esta semana mucha nostalgia, porque aunque hace tantos años que ya no está entre nosotros, no puedo conformarme con la idea de sentir que no aproveché lo suficiente toda la riqueza de conocimientos que ella tenía: una mujer campesina, componedora de huesos, conocedora de los secretos de las plantas, solitaria no por convicción ni deseo, amante de la naturaleza y la sencillez, de manos curtidas; hasta sangrar por el trabajo diario, de delantal para cubrir sus ropas y de pañoleta para cubrir sus rulos teñidos de gris que indicaban los años transcurridos.
Una linda mujer que me habría encantado que Guillo hubiese conocido. 

Ella me enseñó  a hilar la lana de oveja y a tejer calcetines con cuatro palillos hechos de alambre; porque también me enseñó que no siempre es necesario comprarlo todo, ya que si miramos a nuestro alrededor con atención descubriremos que las cosas tienen más de una funcionalidad.

Un faldón, un gato y el sonido del silencio (qué contradicción) representados por el ronroneo de un minino y  el tic-tac de un reloj; fueron los elementos que destacaron en el radio teatro, pensando en lo que siempre  acompañaron en su cotidiano a mi abuelita y a la protagonista de la obra.

Éste, mi faldón que usé el sábado, como tributo a ella:

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