Tal vez yo no tenga remedio. No puedo prometer serle fiel a ninguno, nunca lo he sido. Y es que esta manía mía viene de mucho, quizá de siempre. Al principio me endulzo, me dejo probar y yo también pruebo. Lo pruebo todo, lo recorro todo. Pero nunca apuesto a la fidelidad o a un para siempre. Tampoco sé cuánto durará ese endulzamiento: meses, años ¿quien sabe? pero averiguarlo mataría sin duda mucho más rápido el encantamiento.
En un tiempo pasado quise cambiar. De verdad lo quise, pero luego sentí como si moría. Como si algo dentro mío se moría en serio y entonces, me armé de valor, porque aunque pareciera que no se necesita; la mayoría de las veces he necesitado de mucho valor para decidirme.
Aquella vez, tal como te lo comento, tomé el coraje de un extremo, lo guardé en mi bolso de mano junto a lo indispensable: las fotos de esos lugares que voy queriendo pero no consiguen que les sea fiel, ni para siempre, y partí.